Decir adiós no es fácil. Es más, diría que decir adiós es jodido cuando sabes que éste significa hasta siempre. No es lo mismo un «hasta luego» o un «nos vemos» que un adiós con aroma a despedida. No es igual un adiós sabiendo que volveréis a encontraros que un adiós para siempre. Qué triste suena «para siempre». Eso es lo que sintió el aficionado atlético cuando salió la última vez del Estadio Vicente Calderón, tristeza. Da igual si estaba a favor del traslado al Metropolitano o de si era escéptico al cambio. El adiós dolía igualmente, porque aunque la ilusión fuera enorme por estrenar hogar, la melancolía de abandonar el Templo donde uno ha vivido momentos inolvidables es difícil. Abandonar el estadio por el vomitorio que te conocías de memoria sabiendo que escalón que bajabas era escalón que nunca volverías a pisar provocaba una lentitud impropia en el descenso de unas escaleras.
¿Cuánto pagaría un seguidor atlético por volver a jugar una última vez allí? Una más, una sóla… Decir Calderón es alimentar la nostalgia. Nombrar a aquel maravilloso escenario es traer recuerdos imborrables junto a los tuyos. Hablar de lo que ocurría en la Ribera del Manzanares te despertará el sentimiento de morriña. Las previas en el callejón olían a fútbol y no a festival verbenero. ¿Tanto cuesta que la última media hora se hagan cánticos del Atleti desde el escenario y que el aficionado se contagie? Permanecerá para siempre el recuerdo de los minutos previos enfrente del bar «El Parador», la luz del «bengaleo», la panorámica de gente llegando por el Paseo de los Melancólicos, sí sí, justo eso, de los melancólicos.
Quedarán grabados en nuestra memoria los partidos épicos a luz de la luna, como la remontada en Copa frente al Recre, la goleada al Milán o las dos eliminaciones del Barcelona en cuartos de Champions. Hablamos de momentos nocturnos pero no fueron menos las alegrías diurnas. ¿Acaso algún atlético no recuerda aquel día primaveral del 96 cuando se conquistó la liga del «Doblete»? Relucía un sol resplandeciente. Era preciosa la estampa del lateral del Estadio: camisetas rojiblancas brillando bajo la luz directa del sol.
Se va el 2017 y con él se va una parte de nuestras vidas. El sentimiento atlético seguirá vivo. El Metropolitano creará su propia magia con remontadas heróicas, momentos frenéticos, regates que levantarán olés y goles que provocarán el temblor de sus cimientos. Costará tenerle el cariño con el que hemos despedido «La Caldera» pero con tiempo lo acabaremos sintiendo de igual manera con la que hoy hablamos del que hasta este año ha sido nuestro hogar. Con melancolía pero con predisposición para disfrutar de lo venidero. Adiós 2017, hasta siempre Vicente Calderón.
No lo olvides viejo Amigo, tu legado será eterno.
@Vicvalo