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Behobia - San Sebastián Behobia 2016

BehobiaSS 2016: «Nunca disfruté tanto sufriendo»

Odiaba correr. Es lo primero que se me ocurre cuando quiero empezar hablar sobre lo que ha supuesto para mí cumplir el objetivo que me marqué hace muchos años: “Correr dignamente alguna vez en mi vida la Behobia-  San Sebastián”.  Para los que me leéis y no termináis de ubicaros, os invito a quedaros, pues os voy a explicar brevemente el porqué si sois deportistas debéis de gozar alguna vez en vuestra vida de esta sensación.

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La organización, excelente en todo, fija la fecha el segundo domingo de noviembre, pero yo diría que la Behobia comienza el viernes anterior a la prueba.  San Sebastián, tan caballerosa y bonita como acostumbra se empieza a llenar de deportistas procedentes de distintos países europeos, de americanos o de australianos, además claro está, de gente venida de todo el ámbito nacional español. ¡Una pasada!

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El ambiente cada hora que va pasando es creciente y el Casco Viejo de la ciudad más bonita de España va cogiendo un aroma especial. No es el típico viernes con gente vestida de postín para la ocasión. No, no es ese rollo esta vez. La previa al gran día muestra otra cara, la de miles de zapatillas transportando corredores en busca de unos buenos pintxos y si se tercia, una copa posterior. Ahí, se establecen conversaciones entre personas que probablemente no se volverán a ver en la vida, pero lo hacen como si fueran amigos desde hace tiempo. Sin más, algo muy bonito y emotivo.

Amanece el sábado y los más madrugadores salen a correr por el Paseo de la Concha para activar sus cuerpos de cara al día siguiente. A lo largo de la mañana nos fuimos sucediendo miles de deportistas disfrutando del placer de estirar las piernas con esas vistas. Cada vez quedaba menos, la tarde anterior comienzan los nervios, la ciudad huele a pasta, que es seguramente la comida más cocinada en la noche previa. Y por fin, casi sin darte cuenta, te encuentras en que cuando te despiertes será tu momento.

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Abres los ojos nervioso, pensando que te has dormido, hasta que logras ver por tres o cuatro veces el reloj para saber que todo está en orden. Tras ello, un desayuno adecuado y al «Topo» o al «Cercanías» que te transporte a la frontera con Francia, para allí coger un autobús que te deje en el país vecino a pocos metros de la salida en Behobia (España). Caminas entre miles de personas y buscas el cartel que te corresponde colocarte para salir. ¡Esto ya está aquí! Así que sin prisa pero sin pausa comienza la carrera.

Ya en la salida se palpa algo diferente. Es llegar al centro de Irún y la cantidad de gente «te empuja» en los famosos «Toboganes». Me habían comentado que se salía muy deprisa pero nunca imaginé que tanto. Vaya agobio el primer kilómetro. Tras dejar atrás la ciudad irundarra al pasar el kilómetro cinco comienza Gaintxurizketa, la madre de todas las cuestas. Dos kilómetros de subida donde disfrutas de un paisaje precioso que te da tiempo a ver tanto detalle como quieras, pues es eterna. ¡Vaya subidita! ¿Quién no se ha sentido el rey al coronarlo? La sensación es increíble y de regalo tienes un tramo bastante considerable «de descanso» (a ver, entiéndanme, tomemos como descanso no tener desnivel en contra) donde además disfrutas de una batucada o varios puntos con música para animarte el paso.

Pincha AQUÍ para ver a la Batucada al paso de la Carrera

LLegados al km.11 aproximadamente entras en Rentería o Errentería, como prefieran. ¿Alguna vez habéis visto etapas de montaña de ciclismo? Pues bien, se quedan cortas en comparación del público que hay durante el transcurso de este pueblo. Realmente me he quedado sin palabras.

 

¿A cuánta gente le habré chocado la mano? ¿Cuántos dijeron mi nombre sin conocerme de nada única y exclusivamente para llevarme en volandas? ¿Alguien tiene valor a plantearse no acabar ante semejante apoyo? Yo me sentía responsable de darlo todo. Sales del municipio ascendiendo «Capuchinos», la segunda cuesta importante que nombra la carrera. Corta pero intensa, de las que te hacen respirar profundo para acabar llegando a Pasajes, donde puedes disfrutar de grandes vistas a su puerto. Una vez bajas, afrontas una larga recta donde vuelves a tener avituallamiento (no deja de haberlo en toda la carrera) antes de iniciar la última y para mí más difícil subida del recorrido: «El alto de Miracruz». No es tan largo como Gainztxurizketa  pero es algo más perpendicular y llevas doce kilómetros más encima de las piernas.Éste es realmente un punto crítico, si lo pasas, el objetivo lo tendrás al alcance de la mano.

No te asustes, va haber gente animándote hasta decir basta. No cesarán. Da igual la lluvia o el frío, ellos están ahí sin recibir nada a cambio. He de decir que para esto los vascos son la leche. He sentido durante toda la carrera un apoyo y cariño indescriptibles. Es la sensación más parecida que debe de haber a lo que sienten los verdaderos profesionales. Coronas Miracruz y comienza la bajada hasta la Avenida de Navarra, a dos km de meta. Eso sí, el falso llano de esta interminable recta junto al Paseo de Zurriola hacen que el sufrimiento no cese hasta llegar al Boulevard donostiarra. ¡Por fin! El momento es tremendo. No sé cómo definir en una palabra lo que he sentido. Probablemente diría felicidad pero añadiría mil cosas más .

Esta ha sido mi experiencia en una de las mejores competiciones que he vivido como deportista y os aseguro que llevo unas cuantas encima. NO LO DUDES, ¡CORRE LA BEHOBIA SAN SEBASTIÁN ALGUNA VEZ EN TU VIDA!

¡GRACIAS INFINITAS A TODOS! Felicito por la excelencia a la organización, pero me gustaría destacar de un modo especial a dos componentes que hacen de esta experiencia única: EL PÚBLICO, que te anima sin cesar, te choca la mano y grita tu nombre y LOS VOLUNTARIOS, cientos de ellos, muchos chavales, que la única compensación que reciben es la gratitud de formar parte de esta fiesta.

Y sí, comencé diciendo que odiaba correr, pero tras hoy tengo muchas dudas de si sigo haciéndolo. Y ya sabéis amigos, del amor al odio hay un paso, pero ¡al revés también! Y yo siento que me he enamorado.

¡VIVA #BehobiaSS Y SU GENTE!

¡Repito seguro en 2017!

Víctor, uno de los siete conquenses que hoy tuvo la fortuna de esta ahí.

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Víctor Valero López

Por Víctor Valero López

Optimista y luchador. Seguro de mí mismo. Sé que un día lograré acabar donde quiero. No es prepotencia sino mi objetivo. Sin sueños la vida no tendría mucho sentido.
Doy todo para no defraudar a quien confía en mí.

CONTACTO:
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9 respuestas a «BehobiaSS 2016: «Nunca disfruté tanto sufriendo»»

Enhorabuena Víctor. Has terminado la Behobia. Esp es un título ya es para siempre. Que bien lobdescrites me han entrado ganas de apuntarme para el año qie viene . Además así podríamos cumplir con la deuda pendiente de la mariscada en La Playa de La Concha. El deporte es algo muy grande ,se lo recomiendo a todo el mundo y me alegro que sigas al pie del cañón.
Asique después de tu análisis me planteo verte allí el año que viene. Eso si espero que lleves unas zapatillas mejores que las azules de la foto XD jejejjeje
Un saludo Víctor.

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Jajajaja las zapatillas están bien aunque evidentemente me voy a tener que comprar unas mejores para prepararme la maratón que me gustaría.

El año que viene la corro fijo si va todo sin incidentes.

Me alegro que te haya gustado y a ver si nos vemos en meta en 2017.

Un abrazo amigo.

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[…] Nunca disfruté tanto sufriendo. Este fue el titular que le di al artículo que escribí el año pasado sobre mis sensaciones después de finalizar mi primera Behobia – San Sebastián. Sufriendo sí, pero disfrutando en la medida en la que el sufrimiento me permitía hacerlo. Me motivaba mirar el reloj y ver que mejoraba los objetivos que me había propuesto  para los distintos tramos de la prueba. El esfuerzo estaba siendo recompensado. Las tardes en soledad subiendo al Monte Igueldo (Donosti) entrenando series de cuestas, las idas de olla rodando 25, 26 y un día hasta 27, 6 kilómetros en los entrenamientos o la fuerza de voluntad de salir a rodar aún cuando apetecía más quedarse en casa con los compañeros tomando una cerveza fueron la base sobre la que se sustentaba todo. Jamás olvidaré aquella mañana en Cuenca que cerraba la puerta de casa con el propósito de completar la “Ruta Turística del Río Huécar” y acabé llegando a “Molinos de Papel”, para después ir hasta San Antón, previa subida al Barrio del Castillo y posterior bajada por la carretera de San Isidro y el Puente de Valdecabras. Muchos más kilómetros de la idea que llevaba, pero me sentía fuerte, motivado y capaz de ir a más cada día que me ataba las zapatillas. Por todo ello, aquel momento, aquella satisfacción de ver que en tu primera Behobia todo iba bien, hizo que el resto mereciera la pena.  […]

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[…] Nunca disfruté tanto sufriendo. Así titulé el artículo que hablaba sobre mis sensaciones después de finalizar mi primera Behobia – San Sebastián. Sufriendo sí, pero disfrutando en la medida en la que el sufrimiento me permitía hacerlo. Me motivaba mirar el reloj y ver que mejoraba los objetivos propuestos. El esfuerzo estaba siendo recompensado. Las tardes en soledad subiendo al Monte Igueldo (Donosti) entrenando series de cuestas, las idas de olla rodando 25, 26 y un día hasta 27, 6 kilómetros en los entrenamientos o la fuerza de voluntad de salir a rodar aún cuando apetecía más quedarse en casa con los compañeros tomando una cerveza fueron la base sobre la que se sustentaba todo. […]

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