Mundial de fútbol e invierno eran términos incompatibles hasta este 2022. El máximo torneo del deporte rey siempre se ha jugado en las primeras semanas de verano del hemisferio norte. Claro, si esta entrada la están leyendo mis amigos sudamericanos tendrán que cambiar «invierno»por «verano» y todo tendrá el mismo sentido para ellos.
El Mundial de Qatar está a la vuelta de la esquina, pero antes del mismo conoceremos las listas de convocados de los distintos seleccionadores. Éstos, tendrán la oportunidad de llevar hasta 26 convocados, pero no están obligados a gastar todas las fichas necesariamente. De hecho, Luis Enrique ya se dejó plazas vacías en la pasada Eurocopa.
Un Mundial de fútbol es probablemente el torneo deportivo con mayor audiencia de todos. El hecho de que se celebre cada cuatro años hace que la espera sea eterna y que cuando se acerca la fecha todo seguidor del balompié no piense en otra cosa. Así pues, imaginaros los futbolistas. Todos queremos que los de nuestro equipo se centren en el día a día, que se dejen todo sobre el césped y que no piensen en nada más allá del partido a partido. Sin embargo, una cosa es el deseo del aficionado y otra bien distinta, la realidad del futbolista. Y ya se ha visto esta jornada: calambres y cambio. Golpecitos y cambio. Molestias que en otra época del año se aguantan por el egoísmo del jugador de querer estar sobre el terreno de juego, han pasado a ser una acto para levantar la mano y pedir que salga el compañero.
Este evento es solo para los privilegiados y los que saben que están en la terna de posibles convocados quieren de todo menos perderse la ilusión de cualquier futbolista: jugar un Mundial de fútbol.
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Víctor Valero López